Los primeros cristianos tuvieron gran aprecio por el Libro de Henoc, como lo atestiguan las epístolas canónicas de Judas (6 y 14-16) y 2 Pedro (2:4), así como la no canónica de Bernabé y los escritos de Justino Mártir (100-165), Atenágoras (170); Tatiano (110-172); Irineo, Obispo de Lyon (115-185); Clemente de Alejandría (150-220); Tertuliano (160-230); Lactantio (260-325) y además los de Metodio de Filipo, Minucius Felix, Comodiano y Prisciliano (m. 385).
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El Libro de Enoc
Aunque el Libro de Enoc no es considerado canónico (no incluido en el Canon de la Biblia), Si se estudia con cuidado este libro puede proporcionar mucha luz a sucesos históricos bíblicos, especialmente durante aquellos tiempos olvidados antes del Diluvio. Si bien no se considera que el Libro de Enoc sea inspirado, las amplias referencias a él en el Nuevo Testamento nos indican que tanto judíos como cristianos de los tiempos de Jesús ya conocían de este libro. De hecho, las numerosas menciones y citas de este libro, indican que varios escritores del Nuevo Testamento lo tenían en alta estima.